El castizo refrán ‘ser cocinero antes que fraile’ podría traducirse en el siglo XXI como ‘ser gamer antes que padre’ para saber dónde están los límites del mundo del videojuego y cómo afrontar desde la paternidad la presencia del videojuego dentro de casa. De ello sabe mucho Josevi Baeza, gamer, padre y psicólogo consultor de familia y crianza en Centro Baeza, su propia clínica. En 2015 lanzó Josevibaeza, un podcast propio de divulgación psicológica que en 2017 se hizo mayor, y dio el salto a Youtube. Además, junto a la psiquiatra Elena Benitez y la psicóloga y sexóloga Miriam Mora realizan el podcast Nadie al Volante, sobre series y salud mental.
En esa evolución donde se combina la afición, la terapia y la propia paternidad, Josevi reivindica para los videojuegos una situación actual que no es novedosa. El período que ha pasado desde que conocimos el ocio digital, allá por los 70 con las Atari, y que se consolidó en los 90 con la aparición masiva de Nintendo, MegaDrive y PlayStation, “se consolidó como una alternativa real de ocio en esa década, y marcó a toda una generación de niños que nos hicimos adultos amando una forma particular de entretenimiento”.
“Nuestros padres sabían establecer límites y eso que para ellos sí que era nuevo. Se establecían horarios y condiciones de juego. Y de la misma forma que antaño, ningún niño tenía 10.000 pesetas (60€) para gastarse en ocio digital, ahora podemos establecer límites de gasto”, explica.
Enseñar en la vida digital igual que en la vida real
“No hay que tener miedo porque los videojuegos no son peligrosos per se, ya que no está en su naturaleza ser peligrosos”
Josevi Baeza, psicólogo
Esas características comunes se enfrentan a ciertas apariciones modernas que “no tienen que ver con los juegos en sí mismo, sino con la posibilidad de jugar con otras personas que no están en la misma habitación”. Como se puede comprobar, el videojuego no ha cambiado tanto, sino la situación en la que se desarrolla. “No hay que tener miedo porque los videojuegos no son peligrosos per se, ya que no está en su naturaleza ser peligrosos”.
Eso no significa que no se deba hacer un uso responsable de los videojuegos: “establecer horarios, escoger contenidos atendiendo a las recomendaciones de edad, enseñar normas de convivencia y cortesía con otros usuarios o ayudarles a protegerse de gente irrespetuosa”, clarifica Josevi, que resume en “acompañar su crecimiento y no protegerles, sino prepararlos para la vida”. Algo que podría ser extrapolable a cualquier otra afición en la que también la educación juega un papel primordial.
“Existen muchas mentiras porque no es cierto que nadie -con pruebas- haya dicho que los videojuegos causen adicción”
Josevi Baeza
Eso no quita que el alarmismo y las noticias incendiarias puedan llamar la atención de los padres. “Vivimos en un mundo donde estas noticias se viralizan y todo vale para aumentar la audiencia, ganar clics y conseguir alcance en redes”, comenta. Por ello aboga por desterrar la presencia de tabúes, “existen muchas mentiras porque no es cierto que nadie -con pruebas- haya dicho que los videojuegos causen adicción”.
Electrónica familiar
Aquellos niños de los setenta y los ochenta ahora son los padres de las generaciones Z y la generación T (de táctil, nacidos después del año 2000) y han crecido en ambientes en los que los videojuegos formaban parte de su vida, que han acabado demostrando que este ocio no es pernicioso. “Los padres que crecimos jugando a videojuegos no tenemos miedo a que nuestros hijos se vuelvan violentos porque nosotros no somos especialmente violentos”, ratifica.
La consola “no es de los niños, es de la familia, acabando así con la idea de «es mía y puedo hacer lo que yo quiera»”
Josevi Baeza
Dentro del hogar, con esa nueva conciencia, se debe poner en valor al papel de videoconsolas y ordenadores como electrodoméstico familiar. “No es de los niños, es de la familia, acabando así con la idea de ‘es mía y puedo hacer lo que yo quiera’, como pudiera ser cualquier otro electrodoméstico”, considera.
“Los padres no son dueños de sus hijos, no les pertenecen pero sí son responsables de una educación de valores universales y protección integral de los menores a su cargo”. Algo que implica “saber decir que ‘no’ a muchas cosas en base a esa autoridad”. Exactamente igual que “no se pueden comer sólo chuches, no se puede estar despierto hasta las cuatro de la mañana y otra serie de ejemplos válidos”.
Control de la frustración
En poco se diferencian un arrebato de furia por fallar un gol en la vida real con perder un partido mientras juega a FIFA. “Los videojuegos no sacan lo peor de nuestros niños. Mis hijos se enfadan muchísimo cuando una construcción de Lego se les desmorona porque no han creado una estructura estable y nadie diría que Lego es un juguete peligroso”, ejemplifica. Eso no evita que como padre se tenga la obligación de intervenir ante la frustración y de enseñar a relativizar los posibles fracasos.
“Si un juego les frustra demasiado, aún escogiéndolo nosotros en base a los criterios del sistema PEGI, les ayudaremos a gestionar ese enfado o les animaremos a hacer una pausa”, propone. Del mismo modo que el mundo online ha ganado enteros en todos los ámbitos sociales, el mundo del videojuego no se ha librado de esta aparición que, en muchos casos, hace más enriquecedora la experiencia pero a la que se debe prestar especial atención.
“Hay que mantener un ambiente de cordialidad y respeto, debiendo suspender el juego si observamos actitudes irrespetuosas por parte de algún participante”, opina. Algo que también se produciría “de la misma forma que en el fútbol te pueden mandar al banquillo por insultar a alguien o tener una actitud violenta”.
“Jugar en familia es acompañar el juego, ya sea como participante, como espectador o como entrenador”
Josevi Baeza
Mismas soluciones para problemas muy similares que no han surgido sólo porque el videojuego se plantee como un ocio nuevo. “Jugar en familia es acompañar el juego, ya sea como participante, como espectador o como entrenador”, resume. Algo que demuestra evidente a la hora de aprovechar para que la educación siempre esté presente. “La mayoría no estamos preparados para enseñarles a cómo dominar Fortnite pero sí podemos enseñarles valores de deportividad y compañerismo”.
En esa realidad, en la que también se mezcla su experiencia como padre y psicólogo con su perfil gamer (Josevi juega entre 4 y 8 horas semanales a distintos videojuegos), donde admite que hay videojuegos a los que llega tarde. “No juego a Fortnite porque se me escapan las mecánicas y soy lento de reflejos, incluso llegué tarde a Pokémon, pero no pretendemos saber más de esos juegos que nuestros hijos”, confiesa.
“No nos vamos a enterar de nada, al menos en un principio, pero hemos abierto una puerta y eso, cuando nuestros hijos son adolescentes, es oro puro”
Josevi Baeza
Un hecho por el que los padres no deben martirizarse, ya que en esa ley de vida no escrita es imposible que padres e hijos siempre estén en perpetua sintonía. “Si que debemos estar accesibles a que nos cuenten cosas del Pokémon legendario que ha aparecido en un DLC, de un nuevo parche de League of Legends o de que Ibai forme parte del equipo de G2”, enfatiza. “No nos vamos a enterar de nada, al menos en un principio, pero hemos abierto una puerta y eso, cuando nuestros hijos son adolescentes, es oro puro”.