Las pantallas nos rodean a cada paso que damos y la tecnología ha cambiado en apenas 15 años completamente nuestra forma de ver el mundo. Ello también nos acerca a los retos que el mundo de los videojuegos afronta en este escenario en constante evolución y cómo afectan estos nuevos parámetros a la vida en familia.
Para ello hemos hablado con la periodista Sonia Martín y la psicóloga Pilar Rodríguez, dos de los autores del libro Familias enREDadas. Los riesgos de internet, de Ediciones Morata, dirigido a padres que quieran mejorar la relación y entendimiento de sus hijos con las nuevas tecnologías de la comunicación.
Para Sonia Martín, como madre y periodista, el libro surgió como una necesidad de ir más allá del programa Crecer en sintonía, de Libertad FM, en el cual existía una sección de prevención de riesgos en internet y redes sociales. “Vi en este libro una manera excelente de perderle el miedo al ‘monstruo digital’ y tener más información sobre el tema”, asegura.
Una información que también pasa por ser consciente del mundo de los videojuegos en el que se adentran los menores. “Creo que sin duda hay videojuegos educativos que permiten desarrollar ciertas habilidades como la rapidez o la concentración. Aunque hay otros que son inadecuados para menores”, reflexiona. Eso nos lleva a un tema de capital importancia: el conocimiento. “Es importante que los padres conozcan los videojuegos a los que juegan sus hijos y las edades para las que están indicados”, concluye.
En términos muy similares habla Pilar Rodríguez, psicóloga especializada en familia, que también incide en la relevancia que los padres y la familia deben tener en este sentido. “Los niños de hoy en día tienen el cerebro preparado para lo digital y la tecnología, así que no se les debe privar de ello”, reconocer la doctora. Lo que sí es necesario, a su juicio, es establecer normas y mínimos a la hora de jugar. “De la misma manera que se ponen normas en otros espacios vitales, el del videojuego también debe tener un control”, recalca Pilar Rodríguez.
Es por eso que los padres no sólo deben ser tutores, sino también actores en este proceso. “Se debe compartir el uso del videojuego en un escenario común, y si es factible, jugar en familia”, asegura. Del mismo modo que un padre va al cine con sus hijos, al campo, o a jugar al fútbol, el videojuego es una afición más que se pueda compartir en el espacio doméstico. “Es por ello que no debemos demonizar la tecnología”. “Hay videojuegos que refuerzan las capacidades de los niños como su concentración, los reflejos, o la visión espacial, sobre todo los de plataformas, estrategia o las aventuras gráficas”, asegura Pilar Rodríguez.
Un refuerzo que, sin embargo, tiene otra vertiente: la de las pantallas. Desde muy pequeños, los niños se sienten atraídos por las imágenes y los sonidos que se descubren a través de éstas, lo cual no necesariamente implica una adicción al videojuego. Por eso es importante valorar las diferencias entre la hipotética aparición de adicciones. “Jugar a videojuegos no implica una adicción a estos, como tampoco lo hace el uso de pantallas. Se trata de identificar cuando del uso pasamos al abuso”, sostiene la doctora Rodríguez.
“Lo importante es el tiempo que se juegue a edades muy pequeñas”, cree la doctora. “El padre debe advertir los riesgos y crear normas, olvidando que no debe ser sólo el amigo de su hijo, sino adoptar el rol de padre”. Una tendencia para la cual se deben conocer los hábitos en la forma en la que se interactúa con la tecnología o los videojuegos, sabiendo que es una parte muy importante de la vida actual de los niños y que ha cambiado la forma de socializar de los jóvenes y para la cual hay que estar preparados.