Antes de ponerse a los mandos de un avión, cualquier piloto se foguea entre las paredes que un simulador de vuelo ofrece. Presentes en la aviación desde hace décadas y en constante evolución, los simuladores permiten recrear situaciones reales tanto a los alumnos de una escuela de vuelo como a los propios pilotos, que cada seis meses se “enfrentan” a una de estas pruebas para seguir demostrando sus cualidades.
Un sector, el de la aviación, en el que la presencia de las simulaciones lleva siendo parte fundamental de la educación del piloto desde hace décadas. Así nos lo cuenta Fernando Gómez, secretario general de Adventia, la decana de las escuelas de vuelo de nuestro país. “El primer simulador de Adventia fue el Frasca 101, en el año 1979”, relata Gómez. Así hasta llegar a un escenario ‘parecido’ casi cuarenta años después. “Los fundamentos que se buscan en la simulación no han cambiado pero sí ha evolucionado la tecnología”, asegura.
Así encontramos ahora simuladores en los que la trazabilidad es total, permitiendo al instructor seguir al más mínimo detalle las evoluciones del alumno. “Nuestros simuladores están homologados por la AESA (Agencia estatal de Seguridad Aérea) y por la EASA, a nivel europeo, lo que significa que las condiciones que en ellos se recrean son las mismas que se pueden encontrar en un avión”, matiza el secretario general de Adventia.
“El simulador tiene tres virtudes clave: ser un acercamiento previo antes de salir a volar, reduciendo riesgos, ensayar maniobras que en el aire serían peligrosas y el seguimiento que se puede hacer de cada alumno”, aporta Gómez. Un pilar importantísimo dentro de la educación del piloto, sobre todo cuando tenemos en cuenta que cada año se gradúan 40 pilotos en Adventia, más los otros 200 alumnos que continúan formándose.
Aunque no sólo el piloto maneja simuladores en la escuela de vuelo y luego se olvida de ellos. En esta formación en perpetuo aprendizaje, los simuladores cobran una gran importancia cuando el piloto se dispone a entrar en las aerolíneas. Para ello hablamos con Borja Iglesias, primer oficial en Ryanair y titulado como instructor de vuelo. “Después de la escuela tienes que hacer el MCC [Multi Crew Cooperation Course], un curso en el que hay 40 horas de simulador, que te introduce en el trabajo dentro de una aerolínea”, indica Iglesias.
En esta renovación, incluso dentro de las aerolíneas, el piloto seguirá utilizando simuladores. “Cuando entras en una aerolínea tienes que hacer un curso de habilitación específica para el avión concreto que vayas a pilotar. Durante varios meses, pasas por clases teóricas y simuladores para adaptarte al que será tu avión”. Este proceso además se repite, incluso dentro de la misma aerolínea, cuando cambias de avión, por lo que el reciclaje es constante.
Para finalizar, el mundo de la simulación dentro de la aerolínea juega otra baza fundamental: la de demostrar que el piloto sigue en plena forma. “Cada seis meses la aerolínea te hace volver a pasar por una sesión de simulación, en la que se recrean situaciones muy reales, para comprobar que sigues al 100% y que puedes seguir volando”, asegura Iglesias.
Todo ello se convierte en la prueba fehaciente de que los simuladores, tan extendidos en la industria del videojuego, también tienen un papel fundamental en el desarrollo de numerosas profesiones, incluidas algunas tan prestigiosas como la de piloto.