Hoy os queremos hablar del importante papel que tienen los progenitores a la hora de inculcar a sus retoños el uso responsable de los videojuegos. Con el sistema PEGI y la ayuda de profesionales, elegir un juego para los jóvenes es cada vez más sencillo. Pero, como en la mayoría de los campos, la elección no tiene utilidad sin un uso responsable de los mismos y un enfoque adecuado de cara a su aprovechamiento.
Para enseñar primero hay que aprender
Las nuevas tecnologías suponen todo un reto para padres y formadores. Según Ana Aizpun, piscóloga sanitaria y psicoterapeuta, “conocer las diferentes opciones que existen adecuadas a diferentes edades y objetivos, así como unas normas básicas que favorezcan un uso responsable por parte de todos, es clave de cara a enseñar a tus hijos a relacionarse con los videojuegos de la mejor manera”.
Si nunca has disfrutado de una consola, o piensas que ya lo sabes todo, te recomendamos que te actualices. Una buena forma de hacerlo es escuchando a tus hijos. Para mejorar su predisposición a la hora de aceptar consejos primero hay que mostrar interés por sus aficiones. Un ejemplo, si no entiendes un videojuego, pídele que te lo explique. Aunque no lo parezca, esto hace que su nivel de confianza aumente y podrás hablar con el tanto de lo que le gusta, como lo que le preocupa.
Enseñar también es controlar
Es beneficioso que los videojuegos se disfruten en el entorno familiar. Con esto queremos decir que no deben ser una vía de escape. Al contrario. Uno de sus objetivos es despertar la cooperación entre padres e hijos y el espíritu competitivo. Y es que, como otras actividades lúdicas, los videojuegos pueden ser empleados como elemento de acercamiento entre los miembros de la familia y fomentar el buen trato.
¿Cómo conseguirlo? Empieza colocando la consola en una habitación en común. Ana Aizpun suscribe que esto facilita la tarea de supervisar el contenido que se reproduce en una consola y establecer límites saludables para el jugador. Transforma las sesiones de juego en un campo más de aprendizaje y disciplina en el que el juego se convierta en una herramienta de entrenamiento.
¿Dejarías jugar a tu hijo con un desconocido? La respuesta es obvia, pero muchas veces los padres no caen en la cuenta de que las partidas online están cada vez más extendidas. Un entorno en el que los jóvenes están en contacto con otros usuarios que no conocen. Instalando la consola en el salón, por ejemplo, también puedes vigilar con quien se relaciona. Siempre teniendo en cuenta que un videojuego no es el sustituto de la vida social de un joven, sino un refuerzo.
¿Y cómo se si cumple las normas establecidas? Las máquinas guardan un registro de actividad desde la pasada generación de consolas (y es algo de sobra implementado en PC años antes). Nintendo, PlayStation y Xbox muestran el tiempo dedicado a cada juego. Nintendo Switch incluye incluso un modo en el que, desde el teléfono móvil, un padre puede saber a qué juega su hijo y puede administrar el tiempo de juego. Como hemos comentado unas líneas antes, te recomendamos que te actualices.
En el equilibrio está la virtud
Como hemos comentado, los videojuegos pueden ser un instrumento para fortalecer vínculos familiares. Además, mejoran la capacidad deductiva del niño, ejercitan sus reflejos y les enseñan a superar retos y a decidir con rapidez. ¿No conseguís pasar una pantalla por mucho que lo intentáis? Este tipo de situaciones también ayudan a gestionar la frustración y ponen valor del esfuerzo. “Aunque todas estas ventajas son efectivas estableciendo una rutina y evitando los excesos”, señala Ana Aizpun.
Entonces, ¿qué pautas debo seguir? La especialista en psicología afirma que “la primera pauta fundamental tiene que ver con la comunicación. Hablar de los videojuegos como un extra al ocio, explicitando las normas de uso, llegando a acuerdos y hablando también de los peligros de un mal uso”. Si ponemos pragmáticos, a la hora de establecer límites lo ideal es adaptarse al ritmo y a las actividades del jugador. Lo importante es establecer unas reglas claras y ser coherentes. Los jóvenes no harán caso a estas normas si no entienden por qué existen ni para qué sirven o si sus padres (modelos de conducta) no las siguen.
El aprendizaje para jugar tiene tanto peso como cualquier otro apartado en el desarrollo de un niño y las decisiones relacionadas con los videojuegos deben estar basadas en una buena información previa y en el equilibrio.